Todo lo que se narra no resulta necesariamente un cuento. El acta de una reunión cualquiera, sin embargo, es un relato. Un cuento necesita movimiento, tensión, crear la sugestión de una historia con vida propia e interés.

La definición indica que la brevedad es su característica fundamental. Además, deben tener el movimiento exigible a todo cuento.

Sería posible, pero normalmente, la novela tiende a una complejidad que el cuento evita: el cuento pretende ser intenso y no extenso, sintético, y de ahí que su naturaleza busque la brevedad.

No tengo duda alguna en que el cuento es la pieza literaria más interesante para iniciar a los jóvenes lectores en la literatura, porque permite una lectura rápida y un análisis no demasiado prolijo. Pero el cuento, como género sintético, requiere un aprendizaje. Y nada mejor que el sistema educativo para llevarlo a cabo. Además hay muchos tipos de cuentos: realistas, fantásticos, de terror, de ficción científica... Todo lector joven tiene un cuento apropiado a sus posibles gustos.

El microrrelato tiene muchos nombres: minificción... incluso textículo. Pero, como antes he dicho, su característica es la extrema brevedad. El microrrelato es un cuento muy corto. A mí me gusta llamarlo minicuento.

Yo pienso que un minicuento largo puede llegar al folio y medio. A partir de ahí, creo que ya entra en la categoría de cuento.

Naturalmente. Por lo general, relato breve equivale a cuento. El microrrelato sería el relato o el cuento hiperbreve. Que, por cierto, es otra denominación del microrrelato.

El cuento popular y el cuento infantil son formas narrativas que provienen, por lo general, de la tradición oral. Cuando hablo de cuento me refiero al cuento literario, esa pieza de breve extensión que desde una viejísima tradición empezó a formalizarse a partir del Renacimiento.

Creo que ya he sobrepasado el centenar de cuentos y le aseguro que me resulta muy difícil elegir uno. Con uno titulado "El desertor" hicieron una película y lo recuerdo por eso... Mis cuentos preferidos suelen ser de otros autores. Me resulta difícil elegir uno propio.

Allan Poe vino a decir que es cuento todo lo que se puede leer de un tirón. Yo me inclino por esa idea, y no distingo muy bien entre el cuento largo y la novela corta. Si un texto narrativo termina tras una lectura de hora y media, como una película, creo que entra más en el terreno del cuento literario que de la novela. Sin embargo, el tema de la extensión tiene un debate interminable...

Hay para mí una trinidad: Poe, Chéjov y Maupassant. Pero también estarían Clarín, Borges, Aldecoa, Quiroga, Cheever, Cortázar, Pardo Bazán, Delibes... La lista sería interminable porque no me gustaría olvidarme de las Mil y una noches, del Decamerón ni de las Novelas Ejemplares de Cervantes.

Escribo una página mensual dedicada al cuento en la revista Leer, y suelo estar bastante al tanto de lo que se publica. Por ejemplo, creo que en España, el nivel del cuento que está escribiendo la gente joven es francamente interesante. Sin embargo, este verano he redescubierto dos escritores de la generación posterior a los años 50, que son Ricardo Doménech y Daniel Sueiro. Me da un poco de pena la facilidad que tenemos en España para olvidar nuestras cosas valiosas.

Lamentablemente, son los signos de los tiempos. Yo tampoco puedo entender ese abandono que la prensa periódica ha hecho del género breve, y es una pena que cada vez queden menos revistas literarias, escaparate natural para que los jóvenes cuentistas, por ejemplo, presenten sus creaciones. Tal vez este abandono de la literatura como elemento cotidiano sea, como dije antes, una señal de tiempos no demasiado luminosos ni favorables a la cultura.